Todos los veranos hacíamos lo mismo, nos íbamos a nuestro apartamento que alquilábamos a Romer Playa, y pasábamos dos estupendas semanas junto al mar. Sin embargo, este año se me metió en la cabeza optar por algo diferente.
Llevaba mucho tiempo con ganas de ir a California así que le propuse a mi pareja ahorrar durante el año y pensar en un viaje, más como un proyecto y vivir una experiencia diferente. Además, los dos estábamos montando un negocio de comida ecológica y muchos amigos ya nos habían hablado de California como el hito de la cocina ecológica.
Y es que, el Estado Dorado es el nuevo destino foodie de moda, donde, según los chef californianos, los ingredientes hablan por sí solos. Productos ecológicos, de temporada y de cercanía, accesibles en mercados de granjeros convertidos en puntos de encuentro semanales en las comunidades locales, donde aprecian cada vez más materias primas artesanales más como la miel y el queso. Todo con un inevitable punto de fusión global, con préstamos de la cocina latinoamericana, asiática e incluso mediterránea.
Después de un año ahorrando por fin pudimos empezar a ver nuestro proyecto más cerca de convertirse en toda una realidad.
Además, ahora que hay nuevas compañías low cost entre España y California que incluye visitar las instalaciones de productores artesanos de comida y bebida, como el famoso criadero de ostras de Hog Island o la Cowgirl Creamery.
Para despertar el apetito, una excursión por los espacios naturales del Point Reyes National Seashore, y para calmar la ser, una escapada al cercano valle de Napa, la región vinícola más famosa de Estados Unidos, donde se encuentran, además, algunos de los mejores restaurantes de California.
San Francisco. Ciudad Abierta.
San Francisco, en California (EE UU) es una de las ciudades más abiertas del mundo. Las colinas moldean las calles y las casas victorianas le confieren un estilo único. Aunque lo más conocido es el Golden Gate y el tranvía, lo mejor de San Francisco es lo que no se ve, lo que subyace en esta ciudad capaz de acoger a quien quiera convertirla en su hogar.
La cocina ecológica triunfa en la bahía de San Francisco, con mercados de granjeros en plena ciudad, nuevos vinos artesanales en Sebastopol, restaurantes para sibaritas en Berkeley o picnics de ostras en la bahía de Tomales.
Tampoco hay que perderse el streetfood en San Francisco es el Off the Grid, la mayor fiesta culinaria móvil de la ciudad, que reúne los viernes a unos 30 camiones de comida callejera, especialmente por los panecillos de pato asado de Chairman Bao o el pollo de corral asado con hierbas de Roli Roti, que se pueden comer después en el muelle con vistas al Golden Gate.
Para celebrar el triunfo de lo orgánico en la ciudad podemos acercarnos a Tataki, pioneros del sushi sostenible: sus chefs orientales sirven la cena (y protegen los mares) con su salvelino (trucha alpina) de acuicultura al yuzu o el californiano rollo Golden State, una especiada vieira recolectada a mano con atún rojo del Pacífico, aguacate de cultivo orgánico y láminas de manzana.
No tan culinario, pero destino necesario en la ciudad es el Golden Gate. Una zona amplia de San Francisco compuesta con un estrecho junto al que se emplaza el homónimo puente. Aunque no es el puente más grande de la ciudad (el Bay Bridge lo supera), sí es el que goza de mayor popularidad y que, con el correr de los años se ha convertido en un icono ineludible de San Francisco.
El Golden Gate fue construido en 1933 y cuenta con 1280 metros de extensión y se encuentra a 227 metros de altura. En su momento, la construcción de esta estructura implicó la mayor obra de infraestructura de la ciudad. Al visitarlo, cuesta creer que su edificación haya sido posible en aquella época en la que no existían los avances tecnológicos que hoy conocemos.