El “espíritu de las vacaciones locas”

Los viajes tienen mucho peligro porque, yo no sé a los demás, pero a mí me llenan de una energía extraña que me hace estar dispuesta a todo (dentro de unos límites por supuesto). Es como si, por el mero hecho de estar de viaje, se estuviera permitido hacer ciertas locuras. Obviamente no soy como esos “guiris”, ingleses en su mayoría, que en su casa son unos santos y cuando llegan aquí montan orgías de alcohol, drogas y rock and roll en medio de la calle (y si no que se lo digan a los residentes de localidades como Magaluf, Benidorm o Gandía), pero sí que es verdad que a veces me suelto un poco de más.

Mi última escapada ha sido este pasado puente de Semana Santa y la verdad es que no tenía intención de hacer nada fuera de lo común, sólo quería disfrutar, descansar y cargarme un poco de energía para la vuelta al trabajo, sin embargo una cosa llevó a la otra y acabamos liándola pero bien.

Nada más llegar a Granada leímos un cartel enorme de una empresa de multiaventura que organizaba diferentes actividades y, como estábamos de vacaciones, pensamos que sería un puntazo hacer algo diferente. Nos apuntamos a esta actividad de paintball en Granada y aunque he de decir que lo pasé como nunca, también es verdad que acabé con dos moratones importantes, uno en el dedo meñique de la mano izquierda y otro en el tobillo. El equipo de protección que nos dieron era de primera pero, a pesar de eso, un balazo de pintura en una zona un poco más descubierta como las manos y ¡zasca!, ya tienes premio asegurado.

Pero eso nada más fue el primer bocado  al sandwich de planes que hicimos una vez en la ciudad andaluza. La primera teoría de descanso, paseos y visita a la Alhambra quedó en un segundo plano porque en cuestión de un día ideamos mil y una aventuras diferentes que no entraban en nuestros primeros planes.

El segundo día, mientras paseábamos por el centro de la ciudad, vimos una habitación de escape, de esas que están ahora tan de moda, y pedimos reserva para hacer la actividad, así a lo loco, sin pensárnoslo dos veces. Yo no he hecho muchas actividades de este tipo pero sí que he estado un par y la verdad es que la de Granada no ha sido la que más me ha gustado. Cuando estuvimos en Objetivo Escape fue una pasada porque la ambientación era única y realmente tenías la sensación de estar dentro de la historia que envolvía a la actividad, pero en Granada fue más como un montón de pruebas sin conexión ninguna en una habitación cerrada y poco más. Personalmente creo que metimos la pata entrando, habríamos disfrutado más caminando por las calles de la ciudad. Hace unos meses estuvimos también en Clue Hunter Valencia y he de reconocer que estaba genial también, por eso sé a ciencia cierta que lo que hicimos en Granada no merecía la pena.

Lo peor estaba por llegar

La locura máxima no llegó hasta el penúltimo día del viaje. Serían las 7 de la tarde y llevábamos una melopea importante con tanta “caña y tapa” que habíamos tomado. Con esas ofertas hay que tener cuidado, porque empiezas con una “caña y tapa” por 1,50 y acabas con siete u ocho y eso es mucho alcohol, os lo aseguro. El caso es que pasamos por delante de una tienda de tatuajes macabros, de esos “chungos” con calaveras y puñales de sangre, y empezamos con la tontería del “tú no te atreves”. Eso, junto a las cervecitas y la alegría que llevaba encima, me empujó a entrar por la puerta del local y pedir un tatuaje de una rosa con una calavera. No sé ni siquiera por qué pedí eso, probablemente porque lo he visto muchas veces en películas americanas, no lo tengo muy claro, pero lo importante es que salí de ahí con un tatuaje horrible (muy bien hecho, pero feo de cojones) en el omóplato derecho.

En ese momento todo me parecía una pasada pero unas horas después, cuando se me había bajado la euforia y estaba mirándome al espejo de mi habitación, me entró un ataque de pánico impresionante. ¿Pero cómo se me había ocurrido algo así? ¿Iba a tener que llevar eso el resto de mi vida?

Gracias a Dios se inventó el láser hace ya algunos años y me lo puedieron eliminar de la piel con unas 5 o 6 sesiones, pero no sabéis lo arrepentida que estoy de ese momento, y lo más curioso es que estoy segura de que si no hubiera estado de vacaciones, a pesar de lo mucho que me hubieran pinchado para hacérmelo, no habría cedido y ahora no llevaría una cosa horrible dibujada en mi piel. Creo que me invadió el “espíritu de las vacaciones locas” o algo similar. Tened cuidado porque he oído por ahí que es un “cabronazo” y aparece cuando menos te lo esperas.

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